11 noviembre, 2020

11 de noviembre de 1918: el Armisticio de Compiègne.

«"Dickie ─dijo el capitán Brown─, la maldita guerra ha terminado. ¡Ya ha terminado!". Y así era. No más carnicerías, no más mutilaciones, no más barro y sangre, no más muertos ni caballos y mulas destripados. No más amaneceres angustiosos en los que la lluvia helaba el alma. No más bombardeos espantosos. Ya no había que recoger con palas los pedazos de cuerpos humanos para meterlos en sacos de arena. No más gritos de "¡Camillero, camillero!". No más mascaras antigás. Se había acabado aquel odioso olor dulzón y azucarado que resultaba letal para los pulmones. Y ya no había que escribir aquellas difíciles y dolorosas cartas a los parientes de los caídos».

Tentiente Richard Dixon, 251.º Batería, 53.ª Brigada, Real Artillería.

 

Pintura que representa el momento de la firma
del Armisticio (Maurice Pillard Verneuil).

El día 11 de noviembre de 1918, a las 5:15 horas de la mañana, la representación del Imperio alemán formada por Mathias Erzberger, el conde Alfred von Oberndorff, el mayor general Detlof von Winterfeldt y el capitán Ersnt Vanselow firmaban en un vagón de ferrocarril, cerca del bosque de Compiègne, el armisticio que pondría fin a las 11:00 horas a la Primera Guerra Mundial ante el mariscal Ferdinand Foch por parte de Francia, el primer lord del Mar Rosslyn Wemyss por parte de Gran Bretaña y el general Maxime Weygand, el contraalmirante George Hope y el capitán Jack Marriott.


«Todos mostraban una sonrisa de oreja a oreja. Nadie gritaba lleno de alborozo ni mostraba un entusiasmo incontrolado: simplemente todos sonreían de oreja a oreja, y creo que el motivo era que nadie podía encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que sentía. Pienso en ese hombre que pone cada día en peligro su vida y que sueña con su casa más que con el mismísimo cielo, y que de repente comprueba que el peligro ya ha acabado y que su regreso al hogar es prácticamente inminente. Que, al final, tras poner un día tras otro su vida en peligro, ha ganado: no es de extrañar que apenas pueda articular palabra y que se limite a sonreír».
Capitán Cecil Gray Frost, Batería "L", 2.º Batallón de Ametralladoras, Cuerpo de Ametralladores Canadiense, Fuerza Expedicionaria Canadiense.

Última página del acuerdo de
armisticio. 

El acuerdo había sido preparado por el ya mencionado mariscal Foch ayudado por Douglas Haig, Phillipe Pétain y John J. Pershing. Las condiciones impuestas a Alemania eran durísimas: los ejércitos germanos solo disponían de catorce días para retirarse, entregando cinco mil cañones, treinta mil ametralladoras, tres mil morteros de trinchera y dos mil aparatos aéreos, además de cinco mil locomotoras, ciento cincuenta mil vagones de tren y cinco mil camiones. En cuanto a la marina, Alemania debía entregar seis dreadnoughts, ciento sesenta submarinos y ocho cruceros ligeros. Por último, las potencias vencedoras ocuparían la margen occidental del Rin estableciendo cabezas de puente en Maguncia, Colonia y Coblenza, creando así una zona desmilitarizada.


«Leía la fatídica nota conteniendo la respiración y cada vez más estupefacto. ¿Cuáles eran las condiciones? ¡La evacuación de la margen izquierda del Rin, y también la de la derecha hasta una extensión de cuarenta kilómetros!... Ciento cincuenta mil vagones de tren... diez mil automóviles... cinco mil cañones pesados... la continuación del bloqueo... la entrega de los barcos de nuestra armada... No es posible. Esto es ridículo. Quiere decir que la guerra ha terminado. ¡Qué diferencia de la alegría que sentimos aquella mañana!. "¡Esto es lo que se consigue con vuestra maldita hermandad!", gritaba a los espectadores repentinamente silenciosos. Me resultaba imposible soportar todo aquello, y salí corriendo para poder llorar de rabia en algún rincón solitario. Se produjo el estallido del último cohete; una tras otra, las sirenas fueron quedando mudas; pero en mi interior seguía habiendo una furia contenida, y me sentía invalidado por una sensación de angustia terrible hasta lo más profundo de mi alma. Es una verdadera locura imponer unas condiciones tan vergonzosas a una nación industriosa e invencible como la nuestra».

Marinero Richard Stumpf, buque "Lothringen" de la Marina Imperial.

Fotografía tomada después de llegar
a un acuerdo para el armisticio. En la
foto: Ferdinand Foch (segundo por la
derecha), Maxime Weygand (segundo
por la izquierda), Rossylin Wemyss
(tercero a la izquierda) y George Hope
(derecha).


La Gran Guerra dejaba un saldo enorme de vidas: en las Potencias Centrales, los alemanes perdieron cerca de dos millones de soldados, 1.100.000 los austro-húngaros, 77.000 los turcos y 87.500 los búlgaros; por parte de los Aliados, alrededor de dos millones de rusos, 1.400.000 franceses, 1.115.000 hombres del Imperio británico, 650.000 italianos, 250.000 rumanos y 116.000 norteamericanos. En suma, el número de perdidas se eleva a 9.722.000 hombres en acción militar durante la guerra, además de unos 21.000.000 de heridos. Todas estas cifras sin contar a aquellos que quedaron traumatizados psicológicamente. Finalmente hay que sumar los civiles que perdieron la vida: aproximadamente 950.000 fallecieron durante alguna acción militar, así como 5.893.000 a causa del hambre y las enfermedades relacionadas con la guerra.


Fuente:

- «La Gran Guerra. Historia militar de la Primera Guerra Mundial» de Peter Hart.

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