20 octubre, 2020

Vida de Alfonso VI (II).

Miniatura medieval del rey
Alfonso VI en el Tumbo A
de la Catedral de Santiago
de Compostela (s. XIII).

Lo habíamos dejado en 1085 con la conquista de Toledo. Por aquel entonces Alfonso VI era el rey más poderoso que ha habido en la península desde la invasión de 711, superando a sus predecesores: la frontera se extendió hasta Talavera, plazas como Valencia y Aledo (Murcia) bajo su control...

Las taifas de Sevilla, Córdoba o Badajoz pagaban tributo (parias). En definitiva, se resumía muy bien en el título que utilizaba: Emperador de toda España («Imperator totius Hispaniae»). Todo esto, y en especial la conquista de Toledo, conmocionó a los musulmanes.

Las taifas, temerosas de la expansión leonesa, buscaron auxilio y pidieron ayuda a los almorávides del norte de África. A cambio de Algeciras, su emir Yúsuf cruzó el Estrecho en 1086 y unió sus tropas con las de las taifas en Sagrajas (Badajoz) donde se encontraron cara a cara.

La batalla se libró el viernes 23 de octubre al amanecer cuando Alfonso da la orden de atacar. Durante todo el día sostuvo el combate pero al atardecer fueron rodeados. Muchos perecieron. Otros tantos resultaron heridos, incluso el mismo rey es herido en el muslo.

Batalla de Zalaca.

Tras la victoria Yúsuf regresó rápidamente a Marruecos, pues su hijo había muerto. Desde este momento comenzaría una pugna sin claro vencedor donde los infieles pasarían al ataque por la disputa de la península pero nunca lograrían rebasar la línea defensiva del Tajo.

Por aquellos mismos años llegó la reconciliación con El Cid tras su destierro; ciertamente la situación era mala y andaba necesitado: las taifas dejaron de pagar sus tributos y las arcas se resintieron. Tres años después Yusuf volvería a cruzar el estrecho.

Esta vez sería en Aledo, puesto de avanzadilla leonés. Los musulmanes pusieron sitio a esta plaza sin éxito. Tras cuatro meses de asedio, el propio Alfonso VI liberó la fortaleza. Por desgracia no tardaría mucho en ser abandonada, pues su posición adelantada era difícilmente defendible.

Castillo de Aledo.

Esta victoria dio un breve respiro y aproveché para defender los intereses de las taifas frente a los almorávides. Posición que se reforzaría con mi matrimonio con Zaida, nuera del rey de Sevilla. La alianza, sin embargo, terminaría en fracaso.

En 1090 los almorávides desembarcaron por tercera vez, tomando las taifas a su paso: Granda, Sevilla, Badajoz... tras esto marcharon al norte y sitiaron Toledo, pero acudió para defenderla. Ante la llegada los almorávides se retiraron, pero el sur de la Península se perdería.

Mapa con la situación del reino de León
y sus fronteras entre los siglos XI-XII.

Los disgustos no terminarían ahí. Su yerno Raimundo también perdería Lisboa y la frontera portuguesa del Tajo en 1094, ganada unos años antes. La única alegría la daría El Cid reconquistando Valencia en la batalla de Cuarte, que volvía a servirle tras su segundo destierro.

No sólo hubieron problemas militares, también en la corte. A la muerte de Constanza tuvo un breve matrimonio con la lombarda Berta, en un intento de reducir la influencia francesa en la corte. Aunque en poco tiempo casaría con Zaida, quien le daría su único hijo varón: Sancho.

También casó a Teresa con Enrique de Borgoña, pariente de Raimundo y esposo de Urraca. De Enrique y Teresa nacería el futuro primer rey de Portugal, separando este territorio de Galicia, que estaba en manos de Raimundo de Borgoña.

Otro nuevo desembarco almorávide se produjo en 1097 con intención de tomar Toledo. Rápidamente reunió las tropas en Consuegra, donde se hizo fuerte. Allí combatieron Álvar Fáñez y Pedro Ansúrez y el conde García Ordóñez. Rompieron las filas infieles pero su caballería los rodeó.

En retirada se refugiaron en el castillo donde tras ocho días de asedio los almorávides se retiraron fatigados. Aquí perecería el único hijo de El Cid. Después de la victoria los almorávides volvieron a África mientras que Alfonso ordenó reforzar la frontera ante futuros desembarcos.

Éste no tardaría en ocurrir. En 1099 desembarcaron nuevamente apoderándose de Consuegra y extendiendo la frontera con Toledo, plaza inexpugnable. La defensa fue dirigida por Enrique de Borgoña, pues Alfonso se hallaba en Valencia inspeccionando las defensas tras la muerte de El Cid

Vista de Valencia antigua.

De poco sirvió, la ciudad fue tomada por los almorávides en 1102 tras una batalla confusa. La situación se estabilizó por unos años, sin grandes acontecimientos más allá de algunas incursiones menores por ambas partes. Pero la tragedia golpeó de nuevo en 1108.

El hijo de Yusuf (éste había muerto unos años antes) se dirigió desde Córdoba al norte contra Uclés. Debido a una herida que impedía al rey montar a caballo en su lugar fue su hijo Sancho acompañado de Álvar Fáñez. La batalla se saldó en derrota pero lo peor sucedió después.

No pudiendo en la retirada escapar a tiempo, se refugió en Belinchón donde le dieron muerte. Ahí falleció el heredero y, como El Cid, también supo lo que es perder a un hijo. Pero no quiero terminar esta biografía sin nombrar algunos hechos destacados del reinado de Alfonso VI.

Después de tomar Toledo, toda la zona desde el Duero, desierta hasta entonces, fue intensamente repoblada encabezando la repoblación Segovia, Salamanca y Ávila. Las tierras del norte fueron organizadas en merindades con un nuevo régimen apoyado en los concejos ciudadanos.

Por otro lado bajo su reinado se inició un cambio cultural y religioso: la península se abrió a las corrientes europeas y con ellas llegó la influencia de Cluny y las peregrinaciones, especialmente a Santiago de Compostela. El Camino trajo la arquitectura y escultura románica.

Esto favoreció la construcción de tantas joyas arquitectónicas del románico que podemos encontrar en el Camino. Pero esta apertura a Europa y a la cristiandad también trajo un desarrollo de la artesanía y las fiestas religiosas, entre otros.

En cuanto a la religión, se establecieron nuevos monasterios siguiendo la norma cluniacense. Un ejemplo es Sahagún, donde quise que fuera el panteón real. También se reforzó la relación con el papado celebrando numerosos concilios con legados pontificios.

Y llegando al final de sus días, viejo y enfermo, Alfonso VI abandona este mundo a principios de julio de 1109 en Toledo, cuándo acudía a defender esta ciudad ante un inminente ataque almorávide. Su cuerpo fue trasladado al Monasterio de San Benito de Sahagún donde descansa para siempre.

Sepulcro de Alfonso VI en el Monasterio de
San Benito de Sahagún, León.

Fuentes:
- Real Academia de la Historia.
- Wikipedia.

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